Los cortejadores: una ventana al mundo exterior
Estamos en el salón de poniente, y junto a los dormitorios encontramos un elemento arquitectónico común: los cortejadores. Se trata de dos poyos situados a cada lado de los grandes ventanales, a modo de bancos, que tanto podían servir para sentarse y conversar, hacer tareas que requirieran mucha luz, o sencillamente como punto desde donde mirar el exterior. Un espacio pensado para ver y ser visto; un espacio que permite un diálogo entre el interior y el exterior; un espacio que permite contemplar lo público desde una posición privilegiada, controlando siempre la contemplación de lo privado. Los cortejadores eran pues grandes ventanas ornamentadas, bíforas o tríforas -de doble o triple arco-, con motivos normalmente vegetales o geométricos, y que la literatura siempre ha asociado al galanteo entre damas y caballeros, imaginando a los caballeros a pie de ventana o bien frente a la dama en busca de su amor.
La sala presenta otros elementos que nos muestran este uso más palaciego o residencial del castillo, como la chimenea, basado en evidencias documentadas en las tareas de reconstrucción del conjunto.